Señoras y señores, bienvenidos a la era digital, donde el uso de las pantallas está normalizado y cada vez es más frecuente que los dispositivos digitales absorban nuestro tiempo, sustituyan la comunicación y, en definitiva, hayan venido para quedarse y “facilitar nuestra vida”.

Es posible que surja la creencia de que estamos en la era de la comunicación. Tener un sinfín de amigos en redes sociales, nos hace creer erróneamente que estamos conectados, sin embargo, parece ser que nos desconecta socioemocionalmente, porque… ¿dónde quedan las conversaciones cálidas del cara a cara?, ¿qué ocurre con la importancia de mirarse a los ojos, de leer los labios, de buscar y encontrar emociones en las otras personas?

Ni que decir tiene que un dispositivo móvil se ha convertido en un accesorio multiusos que nos priva de usar el listín telefónico, la calculadora, el reloj, el blog de notas, la cámara de fotos y vídeo y un largo etcétera. Pero todo esto, ¿nos hace la vida más sencilla?

Pasemos ahora a lo realmente importante, la educación de los niños y las niñas. En este caso los expertos nos alertan del riesgo del uso de dispositivos móviles desde edades tempranas y sin embargo vemos que niños menores de tres años lo utilizan como si de una niñera digital se tratase. A través de dispositivos reprimimos las emociones de los más pequeños, como la rabia, la tristeza, el aburrimiento y la frustración siendo así, un chupete emocional y no permitiendo que se expresen dichas emociones, evitando su posterior gestión.

¿Somos conscientes de las alteraciones cerebrales que supone el uso de dispositivos digitales en la infancia? El cerebro inmaduro del niño no está preparado para manejar ese nivel de estimulación y recientes estudios demuestran que, como consecuencia de ello, están aumentando trastornos como el déficit de atención con hiperactividad, problemas de ansiedad, depresión infantil, déficit de interacción social, trastornos del sueño, falta de motivación o fracaso escolar.

Además, cuando un niño es absorbido por una pantalla, se limita su capacidad de creatividad, de establecer conexiones neuronales, de fomentar su imaginación…

A nivel socioemocional se percibe a los niños y adolescentes con carencias sociales por preferir jugar a videojuegos, utilizar redes sociales o visualizar vídeos. Todo ello lleva a una falta de entrenamiento de habilidades sociales, resolución de conflictos o desconocimiento de cómo manejar sus emociones. Se está perdiendo el pasar tiempo en los parques, los juegos de la calle, las actividades intergeneracionales o la práctica de actividades físicas que lleva a un aumento del sedentarismo.

Por otro lado, sabemos que los dispositivos móviles crean adicción debido al aumento brutal de dopamina en el cerebro durante la exposición a las pantallas, como ocurre con el consumo de drogas. Sin embargo, este tipo de “drogas digitales” están socialmente aceptadas. ¿Habéis visto qué ocurre cuando se le intenta quitar una pantalla a un niño?,¿Cuáles son sus reacciones emocionales?, ¿esas reacciones se parecen a las de otros cerebros adictivos?

Las familias y educadores muestran su preocupación debido a ese uso normalizado y cada vez más frecuente entre niños y adolescentes, etiquetándose de raros por la sociedad, a los que no disponen de una pantalla.

Por otro lado, también es preocupante los contenidos a los que los niños están expuestos desde temprana edad. Sociedad hipersexualizada, violencia normalizada, lenguaje inadecuado, conductas disruptivas, ciberacoso, abuso sexual, retos virales peligrosos…

Y después de toda esta información llega la gran pregunta, ¿privamos a nuestros hijos de las pantallas? ¿nadamos a contracorriente en esta era digital? ¿les convertimos en “los raros” por no permitir el uso de dispositivos?

Quizás estas recomendaciones nos puedan aproximar al uso responsable de cualquier tipo de pantalla para nuestros hijos.

1-Establecer unos límites de tiempo de uso de pantallas acordes con su desarrollo psicoevolutivo, supervisando los contenidos. Evitar su uso con niños menores de 2 años. 

2- Explicar los riesgos que supone la exposición a las pantallas sin ningún tipo de guía. Activar controles parentales que permitan elegir o restringir contenidos.

3- No relacionar las necesidades básicas como las comidas o la hora del baño con el uso de dispositivos. Permitir al niño que sus momentos de comida, sean momentos conscientes.

4-Favorecer las relaciones sociales entre iguales que les alejen de las pantallas.

5- Ser ejemplo con el uso de dispositivos, intentar no estar empantallados constantemente cuando estamos con ellos, tener una relación más consciente y despegar más la mirada del móvil y centrarla más en los ojos de nuestros hijos.

A modo de reflexión, finalizo este artículo recordando una de las frases de Albert Einstein que decía “Temo el día en el que la tecnología sobrepase a la humanidad y el mundo solo tendrá una generación de idiotas”. Hagamos que no se cumpla su profecía, aún hay esperanza.

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