Héctor Boto es un bailarín de 24 años que empezó a desarrollar su carrera en el mundo de la danza en la temprana edad de 10 años. “El ballet es una forma de arte incomparable, es llevar un sueño al escenario, la búsqueda continua de la perfección, es una búsqueda por un imposible. Quizá eso es muy frustrante, pero es trabajar todos los días hasta la extenuación para intentar llevar al público a un éxtasis visual”, asegura Héctor.
¿Dónde y cómo comenzaste a bailar?
Empecé a bailar en mi ciudad natal San Cugat del Vallés cuando tenía entre 10 y 11 años. Antes iba al conservatorio de música, pero eso no acabo prosperando porque generaba cierta tensión en mi casa, ya que mi madre es música. Estaba siempre como muy atenta y yo no. Decidí probar el ballet y me gustó, y así es como comencé.
¿Qué significa para ti el ballet? ¿Cómo conectas con la danza?
Para mí el ballet es una forma de arte, de expresarse y de disfrutar, tanto tú mismo y de hacer que lo haga el público. Creo que el ballet concentra muchas de las grandes virtudes de la vida y es una mentalidad. A nivel personal mi manera de conectar con la danza es trabajando todos los días. Requiere de esfuerzo continuo y de intentar ser tu mejor versión. Hay mucha gente que dice que es una forma de expresarse, que cuando se sube al escenario sienten… para mí no es así. Yo conecto con el ballet a través del trabajo, de intentar llegar cada día hasta los límites y de intentar superar esos límites todos los días.
¿Qué es lo más difícil de ser bailarín de ballet profesional?
Lo más difícil es la escasa oferta de los puestos de trabajo, principalmente, en España. A veces, el ambiente laboral no es el idóneo porque es un trabajo de mucha presión, subjetivo y estético, lo que conlleva que no siempre sea al gusto de todo el mundo y eso causa tensiones. Otra de las cosas más difíciles en mi opinión es que en España es una carrera profesional que se acaba relativamente pronto y no da ningún tipo de ayuda una vez que se termina y, sin embargo, en otros países sí. Lo más difícil es reinventarte cuando tienes 40 años y luego que los bailarines tenemos una vida nómada porque no siempre sabes dónde te vas a establecer, cuánto tiempo vas a poder estar… Entonces, para mí es una vida un poco solitaria y causa mucha frustración porque a veces da la sensación de que no consigues nada.
¿Dirías que es difícil llegar lejos con el ballet en España?
Mucho, sin duda. España es un país donde hay muchos bailarines, muy buenos bailarines que se forman aquí o en el extranjero, pero con muy poca oferta laboral. En España solo hay una compañía de ballet estable, o una gran compañía. Luego, hay pequeños proyectos más o menos estables. Pero, solo hay una gran compañía estable, que es la Compañía Nacional de Danza, que evidentemente tiene unos bailarines internacionales buenísimos, no solo nacionales. Diría que es muy difícil vivir del ballet y llegar lejos en España porque las opciones son muy limitadas y es casi obligatorio emigrar.
¿Cómo te aseguras de mantenerte lo suficientemente fuerte y en forma para rendir?
Es muy difícil, de hecho lo más habitual y que es bastante insano es trabajar lesionado continuamente. Tristemente, hay veces que hay que trabajar incluso cuando físicamente no se está en la mejor situación y la clave es conocer tus límites y hasta donde puedes llegar y forzarte a ti mismo. Es muy importante hacer ejercicios de refuerzo continuamente y evidentemente, prestar atención a la nutrición. Un tema un poco espinoso en el mundo del ballet.
¿Cómo te preparas mentalmente para una actuación?
Personalmente, no me preparo mentalmente de ninguna manera. Cuando voy a una actuación sé el trabajo que hecho anteriormente y confío en mi trabajo y en haber entrenado lo suficiente, en haberle dedicado el suficiente tiempo. Sabes que cuando vas al escenario posiblemente no se muestre todo tu trabajo, pero en mi caso yo intento centrarme en todo lo que se ha estado trabajando antes de salir y en intentar mantenerme relativamente calmado, que no siempre es fácil, sobre todo cuando tienes un papel de solista o similares. A veces se siente la presión y lo importante es confiar en el trabajo previo.
¿En qué país y compañía estás desarrollando tu carrera?
Empecé mi carrera en la Ópera na Zamku en la ciudad polaca de Szczecin hace dos años. Allí estuve bailando dos temporadas hasta que decidí no renovar porque quizá no era lo que yo quería y no llenaba mis expectativas. Además, las situaciones no siempre son las idóneas y en ese momento yo pensé que para mí, mi desarrollo personal y mi carrera, lo mejor era salir de esta situación que podía ser de un “incómodo confort”. Creí que lo mejor sería salir fuera y volver a iniciar mi carrera. He vuelto a España y actualmente estoy haciendo de freelance. Trabajo para distintas compañías y distintos proyectos en función de donde me llamen. Este año he trabajado para un evento de Cartier, para una gira en los Países Bálticos y he trabajado un par de veces en la Factoría Cultural de Terrasa, ahora mismo estoy trabajando para ellos y para un coreógrafo ruso, que es relativamente conocido.
¿Recuerdas alguna pieza o personaje con especial cariño?
Recuerdo con especial cariño el papel del hombre vanidoso del Pequeño Príncipe que es un ballet que hizo una coreógrafa de la Ópera na Zamku. Lo recuerdo con especial cariño por dos razones. Fue mi primer papel semi solista, fue la primera oportunidad que me dieron de trabajar como solista y eso me llenó, ya que cuando alguien confía en ti y en el trabajo que puedes hacer es muy gratificante y más cuando hay veces que ni tú mismo confías en tu trabajo. El ballet es algo que es muy complicado y a veces no se está seguro de lo que se está haciendo o de cómo lo estás haciendo o si eres lo suficientemente bueno y eso es una duda constante. Lo recuerdo con mucho cariño por ser mi primera oportunidad y luego porque era un papel distinto. Quizá por el tipo de vestuario, por el tipo de movimiento… Tenía ciertos rasgos queer, era un personaje curioso, diverso… en un contexto polaco a mí no me hacía sentir especialmente cómodo. Pensaba que un personaje queer quizá estaría en ese ambiente totalmente aceptado. Las risas eran continuas, entonces me sentía muy incómodo al hacerlo, un poco esos fantasmas del pasado.
“Lo que yo estaba haciendo podía significar algo para una tercera persona”
Un compañero mío me dijo yo sé que este papel no te gusta y sé que odias hacerlo y que cuando sales, sales fatal. Había veces que salía medio llorando porque sentía esos demonios. Él me dijo que pensase que en el público quizá hay un niño en esta Polonia en la que estamos que necesita ver esto. Necesita ver estos referentes, que se puede ser diferente. Para mí eso fue muy especial y sentir no solo que en el trabajo alguien confiaba en mí, que por fin alguien apreciaba lo que yo hacía. Además, que lo que yo estaba haciendo podía significar algo para una tercera persona que quizá alguien en el público pudiese sentir cierta esperanza o identificarse con algunos aspectos de ese personaje que es tan odioso. El darle un nuevo sentido a un personaje que a priori es aborrecible y que en ese sentido conecte con alguien y le de esperanza para ser diferente en un lugar en el que quizá no ser normativo en ese sentido no está tan aceptado como puede ser aquí en España, para mí es muy especial y por eso es uno de los personajes con los que más conecto.
¿Qué es lo más bonito que has vivido de la mano de ballet hasta hoy?
Lo más bonito quizá sería ese espíritu de lucha constante. Es un trabajo que exige constancia, exige rigor, trabajar duro, autoexigirse de manera continua, no ser conformista. Me ha permitido viajar, descubrir nuevas situaciones, conocer a gente de muchísimos países, eso le estoy tremendamente agradecido al ballet.
¿Y lo peor?
Lo peor el continuo sentimiento de soledad, de que quizá no se es lo suficientemente bueno, se dan ambientes de muchísima frustración que a veces tú te ves incluso en el espejo y no te gustas, el levantarte y sentir dolor en todo el cuerpo y tener que “arrastrarte” hasta la clase porque hay veces que tienes muchísimas agujetas, que tienes lesiones y no hay nadie para cubrirte y te planteas ¿de verdad me está mereciendo la pena todo este dolor continuo? Cuando tienes lesiones crónicas desde los 20 años, ver a tus compañeros y amigos tener que dejarlo, porque ellos querrían seguir bailando, pero su cuerpo les ha dicho que “basta” con 19 años eso es muy duro. A veces es muy solitario y sientes que quizá lo que haces no tiene sentido. Es un camino solitario en el que hay dudas.
Hay muchas veces que siento que estoy decepcionando a mi familia o a mis padres. Porque digo se han esforzado muchísimo en darme esta educación y en darme esta oportunidad de poder seguir un sueño que quizá no todo el mundo le habría dado a sus hijos. Porque bueno yo entiendo que es muy fácil asociar el ballet y ser gay y que todos somos muy abiertos de mente, pero al final está un poco feo decirlo, pero quizá todos los padres no quieren correr ese “riesgo” o proteger a sus hijos del que dirán las personas. Hay veces que para mí es un poco difícil sentir esa presión del ballet de decir después de todo el esfuerzo de mis padres por darme esta educación y por permitirme seguir este sueño no sé si les estaré decepcionando.
“El ballet me da muchísimas cosas”
Lo estoy pintando como si fuera horrible, pero evidentemente si yo sigo bailando es porque el ballet me da muchísimas cosas. El ballet es una forma de arte incomparable, es llevar un sueño al escenario, la búsqueda continua de la perfección, es una búsqueda por un imposible, que quizá eso es muy frustrante, pero es trabajar todos los días hasta la extenuación para intentar llevar al público a un éxtasis visual.
¿Cuáles son tus futuros proyectos?
Confío en que el año que viene tendré algunos proyectos más de freelance. Tengo unas cuantas audiciones y me gustaría poder volver entrar en una compañía estable en un país como Alemania. Bueno, idealmente en España, pero como la situación es muy complicada aquí, me gustaría poder volver a entrar en una compañía estable. Seguir trabajando y demostrar que me lo merezco y que merezco la oportunidad de estar sobre el escenario y que puedo llevarle al público un poco de ese éxtasis visual y hacerle sentir algo y trasmitirle algo a través de mi danza.