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A menudo estas enfermedades son crónicas, lo que inevitablemente lleva a la sociedad a no entenderlo, a que no comprender que el dolor marca tus días y que por mucha fuerza mental que tengas, tus limitaciones son las que son y no puedes vestir tu vida con prendas de positividad irreal. Siempre he creído en la realidad, en sentir las cosas como son, en lugar de tratar de disfrazarlas. Es una opinión personal y seguro que vosotros/as tenéis otras distintas.

Lo que no termino de entender en este tiempo que llevo inmersa en esta forma de vivir, es que frecuentemente nos topemos con situaciones como la que os voy a contar. Una persona cualquiera que no conoce plenamente lo que padeces, te asegura que la situación va a mejorar, que saldrás de ella, que no te preocupes y que empieces a creer en ello. Pues según algunos, con esta actitud no podrás mejorar. 

Os aseguro que cuando estás atravesando un proceso de este tipo, a veces no hay opción de luchar, a veces solo queda sentarse a convivir con lo que te ha tocado. Eso no quiere decir que te rindas, ni mucho menos que no quieras mejorar. Solamente decides accionar el freno de mano para dejar de sufrir por lo que no puedes cambiar, para ser feliz a tu manera, para lucir tu sonrisa sin importar lo gris que se haya vuelto el día. Pues nadie puede alejarse sin mirar atrás, aún a sabiendas de que una simple ojeada duele.

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