Facebook
Twitter
Telegram

No hay cosa más triste ni desesperación más grande que ver tu tierra y tu sustento desaparecer pasto de las llamas. Prometeo nos regaló el fuego y con el control de esa fuerza de la naturaleza pudimos prosperar y pasar de monos recién bajados de los árboles a una civilización tecnológica capaz de casi todo. Y digo “casi todo” porque en ocasiones la madre Gea nos muestra que realmente sigue siendo ella quien domina los elementos.

No voy a entrar en si la gestión del suceso fue buena o mala, si pudo evitarse o no la catástrofe, si son exigibles responsabilidades a nuestros gobernantes o si sólo fue un desgraciado capricho del destino, simplemente voy a contar qué sucedió para poner en antecedentes a quienes gusten de leer el artículo.

En el verano de 2022, en plena ola de calor y con la sequía a la que nos está acostumbrando durante los últimos tiempos este cambiante clima, dos incendios asolaron el noroeste de Zamora. Dicen que el causante de ambos fue un rayo de una tormenta seca y entre los dos sumaron 72 días de miedos, desalojos y destrucción. Las cifras son escalofriantes y han tenido el desafortunado honor de convertirse en los incendios más devastadores de la provincia y de los mayores de España desde que se tiene registros. Cuatro fallecidos, 11 heridos, el medio de subsistencia de cientos de personas destruido, miles de animales aniquilados, el hábitat de los supervivientes calcinado y más de 66.000 hectáreas de un paraje de alto valor ecológico consumidas por las llamas que, para quienes sigan el deporte del balompié, es el equivalente a más de 100.000 campos de fútbol.

Si ya de por sí la España Vaciada está castigada por las dificultades propias de vivir en el pueblo, este evento terminó de dar la puntilla a los pueblos de la cuenca del río Tera. No obstante, pese a lo difícil que se plantea la situación para los zamoranos, la Sierra de la Culebra quiere renacer, quiere que las escamas del ofidio se transformen en las plumas del Fénix y vuelva a ser un paraje lleno de vida, un paraíso de la biodiversidad, el hogar de ciervos, corzos y del emblemático lobo que habita esas tierras.

De entre todas las ideas propuestas para el renacer de la sierra hay una que llamó especialmente mi atención por dos motivos principalmente. Uno, porque la iniciativa nace de una hija de Villanueva de Valrojo, uno de los pueblos que tuvo que ser desalojado, y que además ha recibido el premio a la mejor agricultora ecológica de Europa en el 2022. El segundo, porque su idea pretende devolver a la sierra uno de sus principales motores económicos y referente gastronómico en sus platos. Quienes, como yo, hayan tenido la suerte y el privilegio de visitar la zona en plena campaña de hongos, habrán podido comprobar la variedad de platos que incluyen estos manjares micológicos en la carta de sus restaurantes, recolectados de sus montes y añadidos con esmero en sus recetas.

Según estudios de la Universidad de Valladolid, el beneficio económico que ha perdido la Sierra de la Culebra y sus pueblos a raíz del incendio se calcula en 3 millones de euros al año durante tres décadas, es decir, 90 millones de euros sólo por la desaparición de las setas a los que hay que sumar las pérdidas en turismo, caza, industria agroganadera y los negocios que vivían de estos sectores.

No todo está perdido, un halo de esperanza llama a las puertas de los zamoranos y lo hace a manos de una de sus descendientes. Nazaret Mateos pretende desarrollar un proyecto para recuperar la Sierra de la Culebra tratando el suelo quemado con hongos para devolver a esta zona forestal uno de sus manjares. Oriunda de estas tierras no dudó en poner su tiempo y esfuerzo para buscar la mejor manera de recuperar lo que ahora ha sido sustituido por hollín. Como ella misma dijo en una entrevista a EFE “quiero devolver a la Sierra de la Culebra todo lo que me ha dado”. Ella extrajo hongos de la sierra para llevarlos a sus invernaderos de Paredes de Nava (Palencia) donde fundó su empresa “Entre Setas” y ahora quiere devolver el favor a su tierra “La sierra me ha enseñado todo lo que sé y ahora quiero sacar de nuestro invernadero todo lo que he aprendido y devolvérselo, para que su gente pueda volver a coger setas y ella pueda volver a estar viva y verde”

Imagen tomada por Jonatan Diez

Los neófitos en cuestiones de cesta de mimbre y navaja deben saber que existe una relación muy íntima entre las plantas y los hongos que, en algunas ocasiones, tarda en desarrollarse décadas, por ejemplo, para que un pino empiece a dar boletus hay que esperar unos veintisiete años, un tiempo que no se pueden permitir los moradores del noroeste zamorano. La ventaja del proyecto de Nazaret, fruto de meses de investigación, es que los primeros hongos nacerían en la siguiente temporada de setas lo que favorecería, además de la economía local, la regeneración de la microbiota del suelo y la micología del bosque de cara al futuro. Un proyecto llamado “RefoSetas”, pionero e innovador en suelos quemados, que depende del apoyo de empresas locales, administraciones públicas y de nosotros.

Entre todos hemos colaborado para que ese incendio dejase sin sustento a los pueblos de la sierra. Nuestra desidia y dejadez han favorecido un cambio climático que desertiza nuestra tierra y que aumenta la despoblación, inconscientes en nuestras cómodas casas de ciudad y con todos los servicios al alcance de la mano no vemos que lo que nos alimenta proviene de los pueblos y es nuestra obligación moral apoyar de una u otra manera a quienes quieren vivir del pueblo y en el pueblo, por ello le deseo toda la suerte del mundo a esta valiente agricultora, Nazaret Mateos, para que pueda devolver al lugar que la vio nacer todo el esplendor que tenía antes del verano del 2022.

+ posts

Dejar respuesta

Deja tu comentario aquí...
Nombre