Facebook
Twitter
Telegram

            Ante la desidia y la inacción de los gobiernos, los pueblos se reinventan para atraer turismo, empresas y vida a sus tierras. Se adaptan a los nuevos tiempos, toman la iniciativa, buscan las actividades más demandadas y se ponen manos a la obra para preparar la bienvenida a ese turismo de aventura que tan de moda está hoy en día.

            Consistorios y pedanías, asociaciones y vecinos, empresas locales y clubs deportivos realizan enormes esfuerzos logísticos y económicos con el fin de buscar una alternativa a la despoblación, resistiéndose a abandonar ese hogar que ha visto nacer a varias generaciones; y todo esto pese al poco o nulo apoyo de la administración central. Sí, esa a la que se le llena la boca proclamando lo mal que está “LA ESPAÑA VACIADA”, esos políticos que llenan mítines con arengas sobre la importancia de volver a dar vida a nuestras zonas rurales y que después de bajarse del púlpito olvidan lo que han dicho hace solo unos instantes, regresando a sus sillones y apoltronándose hasta la siguiente desgracia con la que poder llenar de palabras vacías sus discursos.

            Me enorgullezco de estas iniciativas por varios motivos: uno por ser cazurro de nacimiento y de corazón, y ver cómo existen personas que se esfuerzan por mantener viva esta tierra mía, tan castigada por la sangría que produce el exilio forzado de nuestros jóvenes; otro motivo es porque soy amante confeso de la vida rural, de la calma del pueblo, de la amabilidad que aún existe entre los vecinos de las aldeas, del ver las estrellas en los limpios cielos lejos de las urbes, de los amaneceres con aroma a campo, monte y humo de chimenea, del sentarme con un libro al calor de las cocinas de carbón…; en definitiva, todo eso que las ciudades han ido fagocitando con su prisa, su estrés y su supuesta comodidad, robando habitantes al campo y al monte. Y, como último motivo, no por ello de menor importancia que los dos anteriores, mi afición a los deportes de aventura, esos que la mayoría consideran de locos y descerebrados, pero que en realidad hacen que cada fin de semana me sacie de experiencias increíbles, de paisajes de postal y de un contacto con la naturaleza que llena mi espíritu, permitiendo que soporte otra semana más de trabajo y rutina.

            La iniciativa que nuestros pueblos leoneses han llevado a cabo para atraer turismo es la instalación de “vías ferrata”, una actividad que está en auge y que consiste en trepar montañas mediante el uso de escalones de hierro, cables de acero, pasarelas y otros elementos de ayuda instalados ex profeso para así acceder a lugares que de otro modo estarían reservados a experimentados escaladores. No por disponer de ayudas se debe pensar que es una actividad para todo el mundo, se requiere de una buena forma física, un material adecuado y la asistencia de guías o compañeros experimentados para hacer de esta actividad de aventura una experiencia que sea increíble y no una que haya que lamentar.

En Cubillas de Arbas se instaló la primera, le siguió Cordiñanes de Valdeón, en pleno parque nacional de Picos de Europa. La valentía de estos pueblos de apostar por el turismo de aventura, avalado por el elevado número de visitas y los negocios que crecen al amparo de las vías ferrata, han hecho que otros sigan el ejemplo. El último en sumarse es Olleros de Sabero, que cuenta, además, con el puente tibetano más largo de España. También están la ferrata de Cistierna, próxima a inaugurarse, y la de Portilla de la Reina, aún en construcción. Con estas últimas, cinco serán las vías de este tipo en León, convirtiéndola en la provincia española con más ferratas, que, indefectiblemente, la situarán en el referente nacional de este deporte de aventura.

Quisiera invitar a quienes leáis esta líneas a que viváis la experiencia de trepar riscos, cruzar precipicios y atravesar los puentes de mono como si fueseis uno de esos micos; eso sí, con la prudencia que se requiere para estas actividades, con el máximo respeto a los pueblos en los que se hayan ubicadas las vías ferrata y a sus moradores, respetando las normas de utilización y siendo conscientes del impacto que todas y cada una de nuestras acciones tienen para el resto de habitantes del planeta. Volver a llenar los pueblos de vida, pero manteniendo la esencia de lo que es el mundo rural.

Artículo cedido por nuestro amigo y compañero el escritor Jonatan Diez Diez.

+ posts

Dejar respuesta

Deja tu comentario aquí...
Nombre