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La obesidad infantil constituye hoy día un enorme problema de salud pública, debido a que afecta a un grupo de población importante, más del 16% de la población infantil, y a que es el origen del aumento de morbi-mortalidad por causas cardiovasculares en la población adulta.

Un niño obeso hoy, será un adulto enfermo mañana,  y un adulto enfermo, será un anciano social y económicamente insostenible en el futuro.

Si hablamos de sobrepeso, la cosa empeora, el porcentaje de población infantil afectada por el mismo, supera el 20% y va en aumento, lo cual nos indica que el porcentaje de obesidad aumentará también, cosa que no deja de hacer desde hace más de 15 años.

Se han implementado programas encaminados a revertir esta peligrosa situación (NAOS, PERSEO, ), pero hasta la fecha, nada ha dado resultado, es  más, no se ha conseguido parar esa progresión.

O las medidas no son eficaces o la población es inmune a sus propias desgracias y se considera que la aparición de determinadas enfermedades va pareja al paso del tiempo.

La pregunta es : ¿dónde comienza la obesidad infantil?:  ¿durante el embarazo?,      ¿ en la lactancia?, ¿en el domicilio?, ¿en los comedores escolares?, ¿es evitable?.

Es evidente que durante el embarazo se van construyendo las bases de una alimentación saludable, bases que se refuerzan durante el periodo de lactancia y que continúan en el hogar y en los comedores escolares, lo cual quiere decir, que se ha de intervenir en las cuatro etapas, con la misma importancia, a fin de evitar las consecuencias de una “mala” alimentación: sobrepeso-obesidad-enfermedad.

No se pueden obviar los problemas socioeconómicos que nos invaden en la actualidad, pero la alimentación, la alimentación de los niños, debe ser una prioridad, ya que de lo contrario, sólo estaremos contribuyendo a agravar aún más esos problemas de la sociedad actual.

Una vez superado el periodo de lactancia, si este ha sido satisfactorio para la madre y el niño, será un buen punto de partida para la introducción de hábitos alimenticios adecuados y encaminados a preservar la salud del niño.

En una sociedad con prisas, muchas prisas, hay hábitos difíciles de implementar, nadie ha dicho que esto sea fácil, pero es absolutamente necesario, introducir buenos hábitos alimenticios, y el primer ejemplo es el hogar.

Los niños actúan con gran mimetismo, siendo su referencia, padres, hermanos o personas que convivan con él, por lo tanto la educación en temas de alimentación debe comenzar por aquellas personas que se pueden convertir en sus guías.

Cuando en un domicilio, los padres son obesos, la probabilidad de que el niño sea obeso es extremadamente alta y no precisamente por cuestiones  genéticas, simplemente puede ser porque se coma mucho y mal y eso es precisamente lo que el niño observa y  tratará de imitar y adquirirá unos hábitos de vida insaludables que se prolongaran en el tiempo con consecuencias nefastas para su salud y que pueden llegar a condicionar su vida de una forma importante.

Ha pasado a la historia, afortunadamente,  considerar a un niño “rollizo” como sinónimo de comer bien y de buena salud. Aunque, pienso, que todavía somos demasiado permisivos y no nos atrevemos a utilizar la palabra “gordo” para expresar la realidad. Hablamos de sobrepeso, obesidad en sus distintos grados, y ocurre a veces, que los destinatarios de estos adjetivos, no son conscientes de lo que implica los mismos. Cuando hablamos de “gordo” todo el mundo sabe lo que se quiere decir. Si esto sirve para entendernos, llamemos a las cosas por su nombre, y a ver si ese término, utilizado en ocasiones de modo “despectivo” e “insultante”, nos hace entrar en razón.

Un niño obeso, gordo, no es un niño sano y consecuentemente con esto, todos los estudios recientes, indican, que reducirá sus expectativas de vida en unos 13 años, además de la posibilidad de que aparezcan en su vida compañeros no deseados que condicionaran la misma ( hipertensión, dislipemias, diabetes, etc.).

Hay una serie de pautas generales encaminadas a evitar la obesidad infantil, estas serán después ajustadas a cada niño en concreto y variarán en función de edad, sexo, actividad física.

Objetivos de la alimentación infantil:

-Asegurar el crecimiento y desarrollo.

-Garantizar un óptimo estado de salud.

-Introducir buenos hábitos alimentarios.

 El desayuno en un niño, debe ser la comida más importante del día, es a partir del desayuno, cuando se generan todo tipo de actividades, tanto físicas como intelectuales y para ello es necesario disponer de la energía necesaria para llevarlas a cabo, esa energía sólo se obtiene con un buen desayuno. El desayuno admite todo tipo de alimentos: leche, zumos, mermeladas, pan, aceite, jamón, huevos, mantequilla, galletas, cereales, queso, fruta, etc.

Por ello no hay excusa, el tiempo, no es una excusa, para proporcionar al niño una alimentación adecuada a esa hora tan importante.

No se puede compensar un deficiente desayuno durante el resto del día. El resto del día tiene otras necesidades energéticas que deberán ser cubiertas cuando proceda ( media mañana, comida, media tarde, cena). Esto significa que la ingesta total del día ha de estar correctamente repartida.

Lo ideal para la media mañana, es la fruta, fruta de temporada y madura, una o dos piezas; también está la opción, estupenda opción, del bocadillo. Hay que huir de la comodidad ( zumos preparados, batidos, bollos, etc.) y lo que es peor, dar dinero al niño para que a la hora del recreo compre lo que quiera; ya sabemos lo que va a comprar.

La comida es un momento, también, muy importante; bien es cierto, que la situación socio laboral, condiciona la vida en familia, pero hay que procurar, por todos los medios, que la comida del niño, sea una comida en compañía, en cierto modo, vigilada.

Hay ciertas normas durante la comida (masticar bien, comer despacio, no beber agua, utilizar las raciones adecuadas, etc.), muy difíciles de cumplir si el niño come solo.

Todas las comidas han de comenzar por algo crudo  o alimentos que hayan sufrido las menos transformaciones posibles ( ensaladas, verduras o platos de cuchara) para seguir a continuación con carnes , pescados o huevos.

Este tema parece que podría estar resuelto en guarderías o comedores escolares ya que se han hecho eco de estas necesidades y los menús, son generalmente completos y equilibrados, pero hay un problema; no es suficiente servir la comida adecuada, hay que servir las “raciones “ adecuadas a cada niño, dependiendo de sexo, edad, actividad física y hay que vigilar que estas sean consumidas.

Los comedores infantiles, deben ser una prolongación del hogar, no un sustituto; si un niño en el comedor, no come fruta, verduras, pescados, etc., etc., el problema no está en el comedor, el problema está en casa.

En la actualidad, los comedores escolares, son una garantía y repito, son una garantía de alimentación saludable (el riesgo cero no existe y lo verdaderamente importante, es tomar las medidas adecuadas para evitar situaciones que pongan en peligro la salud de nuestros hijos, ello no implica, demonizar  el sistema). En los comedores escolares, se ha comprobado sobre el terreno: la alimentación cumple con los requisitos irrenunciables de la misma: suficiente, equilibrada y armónica, por lo tanto, no podemos mirar para otro lado, no podemos ignorar los hechos. El problema del sobrepeso infantil, el problema de la obesidad infantil, no es achacable a los comedores escolares.

Claro que es posible que a un niño no le guste algo en concreto, a todos nos ocurre.

No pasa absolutamente nada si un niño no come coliflor en su vida, hay infinidad de alimentos que le van a proporcionar los mismos nutrientes y encima no le vamos a violentar haciéndole consumir algo que no le gusta. Ya comenté anteriormente que esto no es fácil, se necesita , tiempo, conocimientos, dedicación y responsabilidad; lo que nos estamos jugando es muy importante.

A media tarde la fruta y el bocadillo son las mejores opciones: La  fruta debe consumirse a razón de 3-5 piezas diarias, cualquier momento del día es el apropiado para consumir fruta.

La cena, temprano y ligera. Si se han hecho las cosas adecuadamente a lo largo del día, una cena a una hora adecuada y ligera, nos va a permitir afrontar el periodo de descanso satisfactoriamente y preparar nuestro organismo para un buen desayuno. La cena se ha de complementar con aquello que no se ha consumido durante el resto del día, evitando en lo posible hidratos de carbono (pan, pasta, patata), el niño por la noche no los  necesita.

No olvidemos cual es el objetivo de la alimentación, objetivo irrenunciable y más en los niños: proporcionar un buen estado de salud y prevenir situaciones indeseables ( sobrepeso, obesidad, enfermedad), además de los efectos psicológicos que puede representar en los niños la obesidad, por lo que a exclusión social se refiere.

erasmo
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VíaActualidadSocial
FuenteErasmo de Villaturiel
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