En un antiguo reino, habitaba un hombre que era conocido en todas partes por su gran sabiduría
Al principio, el sabio solo aconsejaba a sus familiares y amigos cercanos sobre su vida y problemas. Sin embargo, su fama empezó a expandirse y creció tanto que el propio soberano lo llamaba frecuentemente para que le ayudara con sus asuntos.
Todos los días recibía bastantes visitas de personas que llegaban pidiendo su ayuda. Sin embargo, el sabio notó que había varios que repetían todas las semanas.
Siempre le contaban los mismos problemas, una y otra vez, y luego escuchaban el mismo consejo, pero no lo ponían en práctica. Todo se había convertido en un círculo vicioso.
Un día, el sabio reunió a todos esos consultantes que repetían su problema.
Luego les contó un chiste tan divertido, que llevó a reírse, esperó un rato y volvió a contar el mismo chiste.
Siguió contándolo por tres horas. Al final, todos estaban desesperados. Entonces el sabio les dijo: “¿por qué no pueden reírse varias veces del mismo chiste, pero sí pueden llorar mil veces por el mismo problema?”.