Es muy triste. Es para que a todos se nos rompa el corazón y reflexionemos. El servicio de teleasistencia a la Tercera Edad de Barcelona ha atendidio en este 2022 más de medio millón de llamadas. Casi la mitad eran de personas mayores que querían “hablar un ratito”. Un hecho que visibiliza el trato que damos a nuestros ancianos, a los que dejamos en el más absoluto abandono.
Recuerdo que en 2009, cuando empezaba a cursar mis estudios de Periodismo, me apunté para participar en un concurso. Organizado por la extinta Caixa Catalunya, las bases y el planteamiento de ‘Tienes una historia que contar’ me conmovieron desde que tuve constancia de su existencia.
Sigue leyendo este artículo del periodista Ángel Serrano en www.ActualidadSocial.es y descubre en qué consistía el concurso.
La Tercera Edad tiene mucho que decir
La iniciativa consistía en conectar a jóvenes y mayores de toda España para tener una o varias conversaciones. En éstas, los ancianos contaban historias a los jóvenes y les transmitían su experiencia vital, para que redactaran una historia. Si el relato resultaba ganador, la persona mayor afortunada podría realizar el sueño de su vida, que ella misma expresaría al inscribirse en el concurso. A cambio, el estudiante ganador se llevaría 6000 euros y su escrito se publicaría en los medios de difusión nacional colaboradores del proyecto.
Finalmente, los costes de transporte, dada la distancia entre el mayor que se me asignó y mi vivienda entonces, el Colegio Mayor San Juan Evangelista de Madrid, me lo imposibilitaron. Es una espina que quedará por siempre clavada en mi interior. Mis manos y mi mente podrían haber servido para que esa persona de la Tercera Edad realizara el sueño de su vida, ahí es nada. No te puedes imaginar el tiempo durante el que me he castigado por ello, por no haberme esforzado más, por no haber encontrado un medio.
Un modelo social que excluye a la Tercera Edad
Aunque en los últimos años distintas administraciones públicas han promovido iniciativas como las Aulas de la Experiencia o los centros de multiactividad de la Tercera Edad, el esfuerzo por la integración de nuestros mayores sigue siendo algo testimonial. Son, simplemente, una molestia. No sirven. No nos valen… “¿qué me va aportar ese viejo o esa vieja?”.
Sin embargo, esos “viejos” son las mismas personas que superaron una guerra civil, levantaron este país y supieron crear y adaptarse a un cambio de paradigma de la dictadura a la democracia. Todo ello, en muchos casos, sin saber leer ni escribir, bajo un yugo político y social opresor, sin vislumbrar exactamente que es lo que venía y cómo iba a producirse. Vergüenza nos tendría que dar, al mirarnos el ombligo. Tenemos tanto que aprender.
No contentos con excluirlos, los ignoramos, deshechando ese conocimiento que nos podrían aportar, que nos evitaría volver a cometer muchos errores que, empecinados en la irrespetuosidad, cometemos. Somos los más listos del mundo y ellos… ¿qué nos pueden dar? La respuesta es clara: mucho, muchísimo.
Es, por ello, que debemos de seguir construyendo puentes intergeneracionales, ponernos de frente a ellos y reconocernos en sus miradas. Acariciar sus pieles arrugadas y quemadas del sol, que tantas cosas han construído.
La próxima vez que le des a un interruptor y se encienda la luz, cuando presiones el botón de una fuente y salga agua, cuando te acerques a una urna y votes lo que te dé la real gana, recuerda que eso, todo eso, es gracias a ellos, a nuestras abuelas y nuestros abuelos. Ya va siendo hora de reconocérselo, aunque sea pasando un ratito con ellos escuchando y aprendiendo.