Hoy, 11 de febrero, se conmemora el Día Mundial de la Mujer y la Niña en la Ciencia. Por ello, Marta Álvarez, matrona en el Hospital de León, nos cuenta como ha cambiado su vida y cómo ha sido el camino para llegar a ejercer de lo que hoy es su pasión.
“Siempre estaré agradecida a Javi, a ese profesor de la Universidad que me animó y me enseñó lo que podía ser como matrona y nos mostró cuanto podemos ayudar a las mujeres. Sin olvidarme de Bea, aquella matrona de un centro de salud de León, de Eras en concreto, que cuando yo fui a rotar como estudiante de Enfermería se me abrió un mundo de posibilidades. Gracias a ellos y a haber aprobado y haberme formado como matrona, creo y considero que he conseguido lo que quería, aunque no lo supiese cuando empecé a estudiar enfermería.”
¿Tenías claro que querías ser matrona?
Siempre tuve claro que quería estudiar Medicina. Pero la nota de corte no me dio, entonces me metí en Enfermería para probar a ver si me gustaba. La verdad es que no me gustaba, no me terminó de gustar nunca, pero hubo un profesor que se llama Javi que era matrón y nos daba clases sobre obstetricia y sobre maternidad y me encantaron. En parte fue gracias a él y así se lo digo todavía ahora.
¿Qué es lo que más te llenó de esas asignaturas y de ese profesor?
Lo que más me llamó la atención fue que los matrones y matronas fueran quienes atendían y asistían el parto de las mujeres, quienes suturaban, se encargaban de su bienestar y del bebé los 28 primeros días de vida, que la matrona también estaba presente en los centros de salud, que era quien se encargaba de la anticoncepción. En conclusión, de cuidar de la vida de la mujer desde la adolescencia hasta la menopausia y eso fue lo que más me llenó.
¿Cómo fue la primera vez que entraste en contacto con la profesión?
Yo pedí rotar en las prácticas de la Universidad por el paritorio de León y lo pedí con una matrona en el Centro de Salud de Eras, con Beatriz, que gracias a ella también acabé tomando la decisión de lo que me quería acabar dedicando en mi vida profesional. Me di cuenta de que en el centro de salud era la persona de referencia para muchas mujeres. Cuando vi eso supe claramente que era lo que quería hacer, era la única parte feliz que había en un hospital, era traer vida al mundo y bueno, tenía claro que quería estar ahí presente.
Se me abrió un mundo de posibilidades también diferentes al paritorio porque vi que era una matrona centro de salud, como ayudaba a las adolescentes con los métodos anticonceptivos, como ayudaba con las ETS, con las menopausias, con las lactancias, las clases de preparación al parto…
¿Cómo fue tu experiencia con el EIR?
Cuando acabe la carrera decidí que quería estudiar el EIR para presentarme a matrona. El EIR es el examen que se hace tanto en Enfermería como en Medicina en España para poder especializarte. Yo tardé dos años en aprobar el examen, para mí fue muy duro. Fue una experiencia que es la que me ha llevado hasta aquí, hasta ser quien soy, pero la recuerdo muy dura, muy difícil. Sobre todo cuando suspendes el primer año y tienes que volverte a presentar, son dos años de estudiar día y noche, de perderte muchos planes, no viajar, no salir con tus amigos en muchas ocasiones, de Navidades encerrada… Entonces, llegas a un momento en el que empiezas a perder un poco los nervios, a pensar que quizá no merezca mucho la pena. Pero, después aprobar para mí fue la mayor felicidad del mundo y nunca olvidaré ese día.
¿En qué Hospital decidiste especializarte?
Decidí irme a Madrid a hacer la especialidad al Hospital Clínico San Carlos, evidentemente, todo lo que se es gracias a ellos y la matrona que soy hoy es gracias al Hospital y a los centros de salud de Madrid por los que pude rotar con las matronas y aprender todo lo que sé ahora, que aun así es muy poco, todavía me queda mucho por seguir aprendiendo.
¿Qué sentiste en el primer parto que asististe?
Lo que sentí fue un poco de miedo por ver la gran responsabilidad que tiene una matrona asistiendo un parto, lo fácil y lo difícil que puede ser, las cosas buenas y malas que puede traer y lo alerta que tienes que estar, sobre todo la responsabilidad que vi que iba a tener durante el resto de mi vida. Luego, es verdad que en los siguientes partos cuando ya he tenido más experiencia y ahora que ya he finalizado la Residencia y que estoy trabajando en el Hospital de León, pues aunque siga siempre sintiendo ese respeto y esa precaución me llena de felicidad cada parto que asisto y cada mujer a la que acompaño, muchas veces es inevitable el emocionarse con las parejas. En definitiva, es el momento más importante en la vida de una mujer y estar presente en él es un honor.
Si miras hacia atrás y ves todo lo que has pasado para llegar donde estás hoy, ¿Cambiarías algo?
No me arrepiento de haber sacrificado todo lo que he sacrificado. Tengo mucha suerte de dedicarme no solo a lo que me gusta, sino a lo que me da felicidad, ir contenta a trabajar, volver contenta del trabajo, sentir que estás ayudando constantemente… para mí es lo máximo.
