A menudo pasa. Vas por la vida de repente con relativa felicidad y una situación, un escenario, una palabra lo consigue. Acaba de aflorar ese sentimiento de culpa que parecía que habías dejado de sentir. Ese error del pasado que creías en el olvido vuelve a aparecer, a teletransportar tu estado de consciencia actual a aquel momento en el que no hiciste las cosas bien. A pesar de que te esforzaste en redimirlo, probablemente para evitar las consecuencias que derivaron de ese error, no pudiste parar la rueda. Pero la vida sigue y tienes que mirar hacia delante.
Y es que los recuerdos, especialmente si refieren a momentos que condicionaron los siguientes capítulos de ese pasado, constantemente se convierten en la gran losa que te impide renacer de tus cenizas. Es necesario el perdón.
Por supuesto, se torna fundamental la obtención de un perdón sincero por parte de esa o esas personas que se han visto afectadas o implicadas en tu fallo, si es que las hay. Pero ese perdón exógeno a veces no es suficiente. A pesar de que para esos sujetos el tema sea agua pasada, si no pasamos por el proceso de redención interior jamás estaremos en paz.
Sigue leyendo este artículo de www.ActualidadSocial.es y descubre por qué el perdón a uno mismo es fundamental.
Seguro que no fue para tanto tu error y si lo fue, aprende de ello
Ese camino hacia la obtención del perdón propio va estrechamente relacionado con un férreo compromiso con uno mismo de no volver a repetir los ingredientes de la receta que te llevaron al pozo. De nada sirve pedir o pedirse perdón y, por tanto, es inútil la reconciliación personal, si vamos a continuar por la misma senda autodestructiva. Aunque es humano eso de tropezar dos veces con la misma piedra, probablemente al caer de nuevo el daño será igual o parecido.
Por lo tanto, no pierdas de vista el aprendizaje que puedas extraer de cada caída. Quizás sea la parte más constructiva de todo el proceso.