Facebook
Twitter
Telegram

Hace tiempo que dejé de creer en ese mito de que “un día más es un día menos”. Estoy de acuerdo en parte con lo primero, con que es un día más de vida, pero ¿qué tipo de vida? ¿qué calidad de vida?. Lo jodido es que obviamente es un día más de lucha, de dolor, de malestar, de angustia, de desesperanza, de caminar sin rumbo y con la mirada clavada en el suelo.

No acepto la parte de un día menos. Jamás se afloja esta maldita cuerda que decide ahogarme continuamente. Ni un día cesa esta cadena que me ata.

¿Por qué? ¿Por qué yo no puedo disfrutar de la magia de la vida? ¿Por qué no puedo tan solo vivir en armonía y con un poco de tranquilidad? No lo veo justo.

Puede parecer una exageración, pero tengo claro que quien pasa una enfermedad compartirá aspectos de mi reflexión. Y de no ser así, cumpliré mi objetivo de que al menos leas lo que siento.

A las personas de mi edad les preocupa lo que pueda pasar en su futuro laboral, sus estudios, su independencia y sus amigos. Se entretienen y disfrutan haciendo planes con sus colegas. Se divierten de fiesta, de cena, tomando algo rodeados de gente y con buena música. Que felicidad, esto de vivir los veintidós años como quieres.

Yo, con mis veintidós vivo pidiendo que se acabe este mal sueño. Respiro hondo, para llenar mis pulmones de esperanza, de ánimo y sobre todo de esa fuerza que tanto me falta. Mis preocupaciones puede que sean más banales de lo que se espera. Me inquieta el hoy, si mi dolor suavizará, si se agudizará o si algo nuevo sucederá. Me despierto cada mañana con la ausencia de la certeza, la busco en todo momento y tan solo encuentro dudas.

La gestión del día se hace larga y difícil. ¿Cómo asumirlo? ¿Cómo cruzarte de brazos, sentarte y mirar para otro lado? ¿Cómo ser positiva? ¿Cómo salir de aquí?

Todas estas cuestiones te las lanzo a ti, que lo tienes todo y no paras de pedir más. Valora lo más preciado… LA SALUD.

+ posts

Dejar respuesta

Deja tu comentario aquí...
Nombre