Las desigualdades repercuten de forma clara en la salud de las personas, especialmente de las más vulnerables. El 56,7% de las personas atendidas por el Plan RESPONDE de Cruz Roja, puesto en marcha en 2020 tras la declaración del estado de alarma por la pandemia de la COVID-19, afirma tener un estado de salud regular, malo o muy malo y el 35,2% señala que éste ha empeorado tras la pandemia.

El 33,5% ha sido afectado por la COVID-19 de un modo cercano, siendo un 15,8% quienes declaran haber contraído la enfermedad personalmente.

Además, como consecuencia indirecta de la pandemia los trastornos psicológicos o emocionales tienen un impacto decisivo: el 66% afirma tener algún problema emocional siempre o la mayor parte del tiempo, siendo la preocupación (43,1%), la tristeza (28.9%) y la depresión (24,9%) los estados de ánimo negativos más extendidos. Además, el 34% tiene dificultades continuadas para dormir.

Estos son algunos de los preocupantes datos en el ámbito de la salud que se desprenden del boletín sobre la vulnerabilidad social ‘El impacto de la COVID-19 en la población atendida por Cruz Roja a través del Plan RESPONDE’, una investigación que pretende obtener una radiografía detallada sobre el grado de vulnerabilidad, riesgo de pobreza y exclusión y necesidades y expectativas de las personas atendidas por la Organización a través de este Plan.

Teniendo en cuenta que Cruz Roja trabaja con las personas más vulnerables, estos datos vienen a demostrar, una vez más, cómo las condiciones de vida de las personas determinan su salud. Las desigualdades en educación, en atención sanitaria, en apoyo social, en empleo, de oportunidades en función del sexo, entre otras, se traducen también en resultados desiguales en salud”, según recalca Cristina Ferrero, del área de Salud de Cruz Roja Española.

Construir un mundo más justo y saludable

Por estas razones, Cruz Roja se suma a la campaña lanzada por la Organización Mundial de la Salud con motivo de la celebración del Día Mundial de la Salud (7 de abril), ‘Construir un mundo más justo y saludable’.

Las principales causas de morbilidad y mortalidad hay que buscarlas en las condiciones cotidianas de vida, como el acceso al agua segura, viviendas adecuadas, alimentación, educación o trabajo, la disponibilidad de apoyo social, las condiciones medioambientales, más que en las características físicas o biológicas de las personas.

Muchas veces, establecemos como causas de la mala salud comportamientos personales y, por tanto, trasladamos a las personas la carga o responsabilidad de proteger su salud. Las conductas relacionadas con la salud o los “estilos de vida” no siempre provienen de elecciones estrictamente personales y libres. Es más, la mayor parte de la población no tiene la opción de elegir libremente factores fundamentales para la salud como seguir una alimentación adecuada, vivir en un ambiente saludable, tener un trabajo que no tenga un impacto nocivo para la salud.

Sí, nuestro mundo, nuestra sociedad es desigual y esas desigualdades repercuten de forma clara en la salud de las personas, especialmente de las más vulnerables”, señala Ferrero. “pero, tal y como señala la OMS, esta situación se puede prevenir; es por ello por lo que debemos seguir trabajando para garantizar la equidad, como pieza central en la salud individual y comunitaria y, en consecuencia, en la recuperación de la COVID-19“, apunta la portavoz de Cruz Roja.

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