Hay que verse, amados lectores, como se las gasta la gente. Se suele escuchar por doquier que esta actitud entre rabiada y agresiva que tanto se percibe en el ambiente, ha estado causada, y está muy motivada, por la pandemia que hemos sufrido.
Yo, a decir verdad, creo que la pandemia ha sido, el complemento ideal para estas personas que de seguir así, les van a salir arrugas antes de tiempo, y no precisamente por sonreír.
Cuantas veces me he preguntado, si el hecho de vivir en un entorno determinado, nos ayuda, o más bien nos limita. Han sido demasiadas veces que, en mis ratos libres, llena de filosofía y de reflexividad, me he planteado esta cuestión tan trascendental.
“El entorno puede hacer de nosotros nuestro peor enemigo”
Supongo que algo de eso habrá, y el entorno como tal, puede hacer de nosotros nuestro máximo aliado, o nuestro peor enemigo.
¿Creéis, acaso, que Hitler, si hubiera nacido en una aldea camboyana en lugar de hacerlo en la elegante Austria, hubiera sido el mayor genocida hasta ahora conocido?
Yo, apuesto radicalmente por el no, y sin pensármelo dos veces. Y tantas y tantas personas, que de no ser por haberse educado en entornos favorecidos, no hubieran ni soñado, con llegar a ser lo que han sido.
Claro que depurar todo hacia el entorno, me parece una actitud demasiado evasiva y quejosa, no propia de personas responsables. Pero cierto es, querida gente, que el entorno y sus circunstancias, influye en nosotros, y bastante, por cierto.
La situación de pandemia, y que nos ha afectado a todos en mayor o menor medida, creo, como en casi todos los acontecimientos de este tipo que le acaecen al ser humano, que ha sacado tanto lo bueno que llevamos dentro, como lo menos bueno.
Percibo, con bastante preocupación, y sin ser casos aislados, como la gente, se rebotan a la mínima crítica que les hagas, o simplemente, por decirles algo que cualquiera entendería.
Tómese como ejemplo, pues lo típico de ir por la calle, y yo tengo suerte de que las personas que hacen de mis ojos, son gente excepcional, te topas con un zurullo de perro en medio de una acera, y ojo, el animal no tiene la culpa, y el dueño, a escasos metros, se va como si nada, dejando allí el excremento, y sin plantearse nada más.