A menudo escuchamos, de boca de mucha gente, aquello de que la familia, no se elige. Y fijaos, amados lectores que yo, cada vez, me doy más cuenta de que esta creencia por suerte, está ya calando bastante hondo en el populacho.
Sin embargo hay para quien, que por supuesto es libre de creerlo así, que la familia biológica, ha de ser como una losa que portes toda tu vida, sin más que hacer ni decir. Vaya, que por aquello de que alguien sea tu hermano, tu primo o hasta tu padre, tengas que casi, hasta rendirle pleitesía.
Yo, siempre he pensado, en un ejercicio creo de coherencia o al menos de realidad, que el hecho de poseer lazos biológicos con alguien, no significa más, que el hecho del puro azar. Vaya, que creo que el hecho de que alguien lleve tu sangre, el corazón que la produce, no está obligado a querer a esa persona.
He observado, en mis múltiples análisis de la realidad, que para muchas personas aquello de la familia biológica, les parece como poseer un título, que se han ganado a pulso. Y oye, yo creo que todos los títulos se han de trabajar y este, si es que existe, pues ¡también! No por el hecho de ser mi primo si me tratas mal o no respondes como tal, te voy a tener que querer.
Otra cosa muy distinta, es la familia elegida o amigos de los que por cierto, cada vez, hay menos de verdad. Imaginaos, amados lectores, si ya fallamos en la elección de las amistades, ¿qué sucederá con la familia impuesta?
Ese matiz de posesión que a veces otorgamos a las personas, siempre me ha parecido de lo más peligroso. Aquello de decir “mi marido” o “mi mujer”, es tan habitual, como poco coherente. Toda aquella relación que implique que por el hecho de existir ya posees al otro, sinceramente, no me parece sana.
A ver, no os creáis que soy una puntillosa del lenguaje, pues sé que muchos términos se usan automáticamente porque así se ha hecho siempre. Pero, lo que estoy diciendo aquí, es que el carácter de posesión que portan dichos términos, está muy ligado a la familia, y a eso que muchos, consideran de su exclusiva propiedad.
Lo que se impone nunca es del todo acertado. En cambio lo que tú eliges, sea o no acertado, te otorga una capacidad de decisión sobre ello.
Nada es nuestro ni para siempre, y eso, si que es real!