Es una tradición popular que Villadiego ha recuperado recientemente –año 2002- con el principal fin de mirar hacia el pasado y así revalorizar su historia. Pero no sólo eso sino que, además, es uno de los muchos vehículos utilizados para incentivar el turismo en la villa y exportar su nombre fuera de las fronteras burgaleses y, a la vez, reunir a todos los vecinos en torno a un proyecto cultural común.
La Fiesta del Judas estuvo arraigada hasta principios del siglo XX. Se celebraba en la mayor parte de nuestros pueblos y en muchas ciudades. En todos aparece la figura central del Judas, un pelele que ante el regocijo general acababa en la hoguera. En muchos, precedía a este acto, un juicio grotesco en el que se recordaba la vida de Judas y todos los males por él cometidos y los que en el pueblo seguían perpetrándose.
Se imputaban al Judas todos los males y calamidades ocurridos en la Villa durante el año, así como las faltas de los mandatarios políticos y las causas de los enfrentamientos entre vecinos.
De forma mucho más espectacular se representaba el Judas en Burgos, Lerma, Villadiego, Castrillo del Val y Belorado. En estas localidades duraba varios días de desfiles, batallas, mucha pólvora y alboroto, hasta que se lograba apresar al Judas. Desfilaban, luciendo sus uniformes, la infantería, formada por dragones y granaderos, la artillería y caballería de los turcos. La banda municipal marcaba con sus himnos el ritmo del desfile, mientras los Cadenas ocultaban al Judas con la ayuda de los Miñones.
Era y es duro el enfrentamiento entre los defensores del Judas y los ejércitos reales, quienes después de diversas alternativas logran imponerse y apresar al discípulo traidor. Entre el alborozo del pueblo se le lleva a la Plaza Mayor para ser públicamente juzgado y condenado. El mal quedaba reducido a cenizas y el pueblo, purificado, celebraba la reconciliación. Todo acababa en fiesta, una fiesta que nunca debió perderse y que hemos recuperado para que en años sucesivos vaya recobrando el esplendor que la hizo famosa fuera de nuestras tierras.
Orígenes
Fue la Fiesta del Judas de las más populares y de más arraigo dentro del ciclo festivo de primavera y seguramente hunde sus raíces en los ritos más antiguos que las primeras civilizaciones agrícolas celebraban en el año lunar, el equinoccio de marzo o, para ser más precisos, el día 20, fecha en la cual entra el Sol en Aries.
La naturaleza resucitaba del letargo y muerte invernal, fueron frecuentes los ritos que incluyeron la quema de muñecos y peleles, simbolizando el mal y la muerte que desaparecían con el fuego purificador, para renacer a una nueva vida primaveral.
En el Concilio de Nicea, año 325, recordando el calendario lunar, la Iglesia decidió celebrar la Pascua de Resurrección el domingo siguiente al primer plenilunio después del equinoccio de primavera. Pronto recogió y bautizó, dando un significado cristiano, muchos de los ritos y tradiciones que en la antigüedad pagana había creado en la celebración del año lunar.
Este fue probablemente el origen de la Fiesta del Judas, discípulo traidor y símbolo del mal para los cristianos y personificación de todos los males cometidos por el pueblo durante el año. Con la quema de Judas desaparecían las rencillas, estafas, robos, envidias… Y se resucitaba a una nueva vida.
Servía la fiesta para presentar y vivir de una forma sencilla el significado litúrgico de la Pascua: paso del pecado y la muerte a la gracia y a la vida.