El 8 de marzo se celebra la lucha de las mujeres por la igualdad, por el reconocimiento y ejercicio de sus derechos, en definitiva, por su participación en la sociedad y su desarrollo íntegro como persona. En 1910 se proclamó dicha fecha como el Día Internacional de la Mujer Trabajadora, para posteriormente, en 1977, pasar a ser el Día Internacional de la Mujer. Son varias las teorías sobre la elección de esta fecha, pero la defendida con mayor fuerza ha sido la que la relaciona con el incendio en el que mataron a 129 mujeres en la fábrica ‘Cotton Textile Factory’ de Nueva York, para evitar que se manifestasen por la igualdad salarial respecto a sus compañeros varones y por una mejora de sus condiciones laborales.
Ha habido avances desde entonces, por lo menos en algunos países, pero siguen siendo muchas las desigualdades y aún estamos a años luz de la equidad de género. Para poder ver dichas desigualdades es necesario cambiar de gafas, de lo contrario, la normalización de los estereotipos y las creencias interiorizadas por la educación sexista recibida nos impedirá ser conscientes de esta realidad discriminatoria, negando toda posibilidad de cambio.
El trabajo reproductivo o doméstico sigue teniendo nombre de mujer, es cierto que cada vez más hombres también se encargan de las tareas de casa, del cuidado de sus hijos e hijas, pero las mujeres siguen teniendo la carga principal, incluso cuando también trabajan fuera. Respecto al trabajo productivo, también estamos viviendo cambios, las acciones positivas han logrado la inclusión de mujeres en trabajos antes vetados para ellas, la inclusión de ellos en trabajos tradicionalmente desarrollados por mujeres, aún no ha sido efectiva, para poder conseguirlo es necesario aumentar el prestigio, salario y en definitiva, las condiciones de estos puestos laborales. Ya podemos ver mujeres en puestos directivos, aunque siguen siendo una minoría y las que lo consiguen es a costa de grandes sacrificios, ya que no se parte del mismo punto, ellas van a tener que demostrar mucho más.
Los estereotipos de género invaden cualquier ámbito de la sociedad y las penalizaciones cuando no seguimos los patrones esperados no tardan en aparecer. Por ejemplo, en el campo de las adicciones, que mujeres y hombres no consuman las mismas sustancias o jueguen de la misma manera no es casualidad, es cuestión de género. En la edad adulta, socialmente está peor visto el consumo o juego en mujeres y ello origina que consuman las sustancias más aceptadas por la sociedad, las legales (alcohol, tabaco e hipnosedantes) y que jueguen donde puedan pasar más desapercibidas, ej. en los bingos. En el caso de desarrollar una adicción, ellas tardan más en acudir a tratamiento y de nuevo esto es cuestión de género. Mujer y “adicta”, supone una doble discriminación, si además son madres, el miedo a que se les tache de “malas madres” y las repercusiones que conlleva, frena los intentos de ocuparse de sí mismas. Esto no ocurre en el caso de los hombres, a los hombres con una adicción, no se les llama “malos padres”. Respecto al objetivo de llevar a cabo estas conductas adictivas también hay diferencias, para las mujeres el fin es aliviar el malestar muchas veces originado por cumplir con los roles de género (trabajo reproductivo o doméstico, cuidado de hijos e hijas y/o familiares, trabajo productivo, cuidado del cuerpo, etc., etc.). Para los hombres, el fin es diferente, buscan emociones agradables, divertirse, incluso lo utilizan para socializar.
Día a día reforzamos estereotipos y roles sin darnos cuenta. Pero, muchas personas, sobre todo mujeres, aunque no únicamente mujeres, llevan décadas dando pasos para el cambio. Pasos que han favorecido que en los últimos años o décadas, instituciones, asociaciones, etc. también adopten una postura activa y comiencen a condenar la violencia hacia las mujeres por el simple hecho de serlo, a impulsar acciones que promueven la igualdad como integrar la perspectiva de género en sus proyectos, utilizar lenguaje inclusivo, romper estereotipos sexistas, … También gracias a ellas, las mujeres en algunos países como España, podemos votar, podemos estudiar o trabajar, ya no tenemos que pedir permiso a maridos o padres para viajar … pero sigue sin haber igualdad porque las mujeres han salido al ámbito público, pero siendo aún las encargadas del privado, pasando a tener que ser “super woman”, ya que además de poder con todo, tienen que demostrar que valen: ser buenas en el trabajo, ser buenas madres, buenas parejas, buenas amas de casa, …
Este año, la mención especial es para las mujeres en las guerras, el hecho de que nos toque más de cerca hace que podamos ser más conscientes de lo que implican para cualquier persona, pero en especial para las mujeres. En estos días estamos viendo cómo millones de ellas cogen a sus hijos, hijas, familiares, etc. y se aventuran a cruzar un país en guerra, adentrándose a través de caminos y lugares desconocidos, arriesgándose a que las maten o las violen y sin saber dónde van a acabar y si conseguirán ponerles a salvo, su mayor propósito. Se pasan días andando, mostrando fortaleza y seguridad mientras camuflan el miedo por la vida de quienes dejan atrás o por el futuro incierto que les espera y la tristeza por lo que le están haciendo a su patria. Pero también están las mujeres que se han negado a abandonar su tierra, que quieren ofrecer resistencia, estar junto a quienes no pueden salir del país o las que han cogido las armas para luchar por la libertad y la paz.
Ojalá llegue el día en que no necesitemos un día especial para reivindicar nuestros derechos, que simplemente sea un día para recordar lo logrado, y en el que cualquier persona, sin importar el sexo con el que haya nacido tenga los mismos derechos. Mientras tanto, no podemos mirar hacia otro lado, nuestro granito arena es imprescindible para irnos acercando a la meta y todos los días podemos hacer mucho por ello.