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Ya sabéis, queridos lectores, que a mí como persona abierta primeramente y como psicopedagoga también, me gusta analizar la realidad desde una perspectiva poliédrica.

Al igual que los cubos tienen muchas aristas, la realidad que nos acaece y que nos circunda, también las posee.

Es por ello que para mí, casi todo, y en esto creo que el señor Einstein me daría la razón, es relativo y no tiene una única forma de verse o percibirse.

Quería, en el día de hoy, acercaros una de mis locuras que sin duda de esas, he cometido varias. Pero todas tienen algún objetivo pues yo, soy de esas personas que si no le encuentro un sentido a algo, no lo hago y ya.

Dos días antes de la nochevieja de 2016, una amiga que tengo de esas creativas a las que le encanta el diseño gráfico y por encima de todo la danza, y yo, nos dispusimos, cámara en mano, a hacer realidad uno de mis sueños más genuinos.

Yo, quería experimentar una coreografía en un espacio en teoría, poco dado al baile, o en donde aquello, no se estile mucho, ya sea por protocolo, o por exigencias del guión, como se suele decir.

Pues tras sopesar las dos, y ya decidido que yo haría la coreografía mientras ella grababa en vídeo y después y dado que posee grandes conocimientos en informática lo montaría para hacer un vídeo chulo y así poderlo compartir, le dije que a mí, me apetecería ir a bailar al hospital.

Sí, habéis leído bien…. al hospital de León, porque oye, tantas y tantas veces he estado allí para recibir todo tipo de noticias, para ingresar más o menos prolongadamente, que me apetecía deshacer esa idea de asociarlo con cosas no tan positivas.

Y ¿por qué no? ¿Por qué no realizar allí, en uno de los espacios que yo ya había seleccionado para ello, mi coreografía de danza contemporánea?

Y allá que fuimos, eso sí, con un cierto nerviosismo a pasar la inminente nochevieja en un calabozo policial porque oye, ¡hasta a lo mejor nos detenían por desórdenes contra la salud!

Risas aparte e ironías varias, queridos lectores, yo, que soy a pesar de mi invidencia una chica innatamente observadora y analista, deduje, tras haber bailado por el hospital, ataviada con un bonito mallot y mis zapatillas de ballet, que en esta sociedad, todo es ambivalente.

Imaginaos por un momento, que vais al hospital un día de noche, o bien estáis trabajando allí en tal turno, y de pronto, en la entrada a urgencias o en uno de los largos pasillos del complejo, os topáis con la surrealista escena de una chica bailando en plan performance, y otra grabándola, y ¡sin inmutarse!

Pues eso, fue lo que hicimos mi amiga y yo, ante por un lado, la impasibilidad total de la gente, y por otro, la reacción curiosa de algunos, eso sí, de muy pocos. Oye, a mí esto, me generó ya en su día, una profunda reflexión acerca de la sociología moderna.

Por una parte esto, puede ser negativo, porque del mismo modo que ves a alguien bailando en un lugar en teoría inapropiado para ello y no haces nada. Pero lo mismo que no haces nada al ver eso, tampoco lo haces ante otra situación que pudiera ser más grave.

Mira que si en lugar de bailar, hubiera estado yo allí tirada en el pasillo medio mareada…. ¡Nadie me hubiera ayudado! Bueno, esa es una de mis dos teorías, que no tiene porqué ser cierta ni mucho menos. Ya sabéis que los dogmatismos y yo, no nos llevamos demasiado bien que digamos.

Otra de las dos teorías que me produjo el  hecho y mucho más positiva por cierto, fue que tal vez, nos hemos acostumbrado tanto al “teatro” y al “espectáculo público”, que ya incluso, lo hemos normalizado y ya nos parece hasta sublime.

Esa es de ambas hipótesis, la que yo querría que fuera cierta. El hecho de la normalización, de la visibilidad de lo diferente, del no juzgar solo porque veas algo que no comprendes. Pasar por nuestro lado y ver aquello y reaccionar con esa indiferencia, pudiera deberse a estos dos factores.

Ojalá,  queridos lectores, fuera lo segundo. Solo así, podría pensar que vivo en una sociedad que poco a poco, se va abriendo a nuevas formas de hacer y de sentir, de disfrutar y de crear arte.

Solo así, diría que la humanidad, está evolucionando.

Sara Braña
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