«La falta de un sentido no implica la falta del resto»
En no pocas ocasiones para mi desfortuna, al percatarme de la realidad que me rodea, percibo que hay quien cree, no sé si desde el inconsciente o desde donde sea, que por no poder mirar, tengo a parte, algún problema cerebral que me convierte poco menos que en plurideficiente.
Y esto lo percibo a diario, y digamos que no hay un rango de edad característico de los promotores de tan absurdas conductas. A diferencia de lo que pueda creerse, no solo los mayores tienen tales prejuicios. Me he encontrado a menudo con que muchos jóvenes, ignorantes ellos por cierto, me preguntan a ver como es que puedo usar el móvil, sin poder ver.
Yo, no queriendo ser grosera aunque a veces ganas se me pasan, les respondo que apliquen la lógica. Si alguien no puede ver, pues puede oír, tocar, etc, y que una falta de un sentido, no implica al resto.
Y es que… cuantas veces me he tenido que enfrentar a gente, porque yo, acompañada de mi madre, percibo que para preguntar algo sobre mí, se dirigen a ella en lugar de a mí misma!
O personas que infantilizan su lenguaje para hablar conmigo, como si en lugar de estar tratando con una persona madura, ¡lo estuvieran haciendo con una niña! Y lo que es más grave todavía, me he topado también con alguno que otro, que directamente ignora lo que yo digo, como creyendo que no tiene validez.
Me imagino las caras de esta gente al oírme hablar, y deben de ser una mezcla entre lo grotesco por ver que puedo hacerlo pese a no poder ver, y lo estupefacto, al darse cuenta de que no me sucede nada en el cerebro, que me impida vivir con absoluta normalidad.
Claro que también habrá quien ponga carita de cordero degollado y de pena, como creyendo que vivo en una desgracia permanente, por tan solo, no poder ver el color de las cosas, si es que esto existe, claro está, pues sin luz, todo es negro.
A veces, queridos lectores, me he visto obligada a literalmente, dar clases de anatomía en plena calle. Y no solo porque me apasiona la medicina, sino para hacer entender a esta gente tan retrógrada, que lo que realmente ve no son los ojos de la cara, sino el lóbulo opcipital del cerebro, que es el encargado de procesar esas señales eléctricas que los ojos nos brindan.
Pues bien. Creo que ni aún así, mucha gente logra cambiar esa idea catastrofista de pensar aquello de “pobrecita, si al menos viera, podría conducir un coche”. Y yo les digo, “y si al coger ese coche me hubiera estrellado, pues ya no estaba en este mundo!”.
Ironías aparte, confieso que esto, me saca de casillas y no tengo problema alguno en reconocerlo. Y lanzo una pregunta así al vuelo, para dejar pie a mi tan amada reflexión…
En una sociedad que tanto se autodefine como del conocimiento, ¿cómo es posible que aún siga habiendo gente que no se crea que una persona invidente pueda escribir, bailar, o estudiar?
Tremendo!
Sara Braña