La vida nos dio otra nueva oportunidad. Después de tanto sufrimiento e incertidumbre, parece que la vida volvía a empezar. Seguramente solo estaba en nuestras mentes, porque a la vida para nada le importa si yo tengo que parar y comenzar de nuevo. Ella sigue como si nada, sin darnos un respiro.
“Tuvimos que aprender a levantarnos y a caminar de nuevo”
Tuvimos que aprender a levantarnos y a caminar de nuevo. Volvimos a empezar. Sin darnos cuenta (o sí), volvimos a coger el mismo camino. Aquel que nos hizo tropezar y del que quisimos salir. Nos encontramos de nuevo con la misma piedra e intentamos apartarla de la misma manera en la que ya lo habíamos hecho. Esta vez, no podíamos con ella. Ni las fuerzas ni las ganas eran las mismas.
Solo nos quedaban dos opciones: continuar por ese camino lleno de piedras sin saber cómo apartarlas o volver a empezar de nuevo pero por caminos distintos.
Yo elegí otro camino y comencé mi marcha. Fue duro, no lo voy a negar. Pero descubrí otra forma de caminar. Hasta mis pasos se convirtieron en un baile. Encontré personas nuevas que me acompañaron. Un mundo se abrió a mis pies.
Tú seguías mi camino unos pasos por detrás. Atento y vigilante. Dispuesto a sacarme de allí en cuanto yo me despistara. Lo que pasa es que yo me mantuve atenta. Me centré en continuar por ese nuevo sendero que me llevaba a descubrir la vida, que me llevaba a reconstruirme y a conocerme. Finalmente, te cansaste de seguirme y cogiste tu propio camino. Y ahí seguimos caminando, cada uno en su dirección y con la lección aprendida.
“No podemos esperar resultados diferentes si continuamos haciendo lo mismo”
No podemos cambiar las cosas si seguimos actuando siempre de la misma manera. No podemos esperar resultados diferentes si continuamos haciendo lo mismo. Y no podemos obligar a nadie a caminar por nuestro sendero. Al igual que no podemos obligar a nadie a bailar nuestra canción. Pero para eso, primero tenemos que saber qué canción es la que queremos bailar.