Hay personas que sienten lástima por absolutamente, todo en esta vida.
Desde dedicarse a victimizar su propio camino vivido en lugar de valorarlo positivamente pues es suyo y de nadie más, hasta ver al resto de la especie humana con pena porque claro tal o cual persona tiene esto y lo otro y parece ser que es terrible.
Es actitud humana noble y buena apiadarse de otros, y no, no pretendo aquí amados lectores dar un sermón a lo hombre de sotana, ni mucho menos. Pero cierto es, que cuando empatizamos con el otro podemos ponernos en su lugar hasta tal punto que intentamos ayudarlo o si vemos que en algo flojea su vida pues hacer que mejore con nuestra intervención.
Algo así me sucedió a mí cuando con 10 años y abrumada por lo que una misionera hermana de una monja de mi colegio nos contaba, entre amargas palabras, acerca de la triste realidad que tanto ella como otras de su condición vivían a diario en Bolivia. Yo ni corta ni perezosa y eso que para mí eran un tesor le regalé, vaya, doné para ella una de mis Barbies, de pelito rizado y vestido rojo pasión para que se la diera ella a alguien que pudiera hacerle feliz.
Eso es ayudar, amados lectores y seguro que de eso mucho habéis hecho y hacéis en vuestras vidas.
Lo malo de esto y que lo separa una delgada y fina línea, es cuando este sentimiento de empatía se convierte por sistema en lástima. Lástima de ese niño que como tiene autismo supuestamente y que hace bobadas por la calle…lástima de que el vecino como gana poco dinero el desdichado no puede irse a la playa de vacaciones. O… lástima de Sarita, que pobrecita cieguita que le faltará a ella para que la vida le haya dado semejante castigo.
No sabía yo ahora que privarte de un sentido para desarrollar otros fuera un castigo. En fin, escribo a la vez que río… Así, se me hace más ameno…
Esto es así, y se da por la sencilla razón de que tal actitud que creemos tan cándida y humana, habla de que tú a esa persona, la ves con carencias y por eso te da pena.
En esta vida, creo, y seguramente algún economista de estos de manual me va a contradecir pero creo con vehemencia que detrás de una pérdida claramente hay una ganancia.
No tengáis tanta lástima de mí, solo por no poder ver el color de las cosas puesto que este sin luz, tampoco lo podéis ver vosotros, por mucho que vuestros ojos funcionen al ciento por cien!
No sintáis lástima porque yo vaya por la calle con un bastón blanco porque quizá cuando seáis vosotros viejecitos iréis con una cachaba y por cierto mucho menos fashion que mi bastón, que los nuevos de ahora, hasta son de colorinchis.
No, tampoco tengáis lástima porque yo aquí donde me leéis haya tenido dos tipos de cáncer, porque para mí son mucho peores las enfermedades mentales y de esas, abunda la cosa en estos tiempos tan convulsos.
Y… no, tampoco me gusta que se tenga lástima de mi ostomía, vaya, del botijito que llevo en mi abdomen y que recoge mi orina puesto que lo importante para mí no es por donde se orine, sino poder hacerlo y sobre todo, seguir viva.
La lástima amada gente no te hace más bueno sino más ignorante porque la persona a la que la diriges no le falta nada que tú no tengas.
Tan solo tú, con tu actitud de condescendencia lo ves así.
¿ Ves? Otro ejercicio macabro de tu mente, que no te deja ver a los demás tal y como son solo porque tengan o hayan vivido algo que a ti y solo a ti te parezca horrible.
Cuanto hay que desaprender para volver a aprender…. Solo así, lograría el conjunto de la humanidad desterrar la lástima de su camino y sustituirla por una visión menos sesgada del otro que invitase más a conocernos y a vernos tal cual somos.
Lo dicho, la lástima no es buena solo es la punta del iceberg de algo mucho peor: la ignorancia.