Tras haber llegado ya al fin del estío, con todas sus idas y venidas, alegrías y penas, siempre a una, le aflora el carácter reflexivo. Debe de ser por aquello de que el otoño, con sus días más escasos en luz y por ende su invitación a la nostalgia, son grandes incentivos para ello.
Lo importante, queridos lectores, es seguir soñando, sea la estación que sea del año, o la etapa que estemos nosotros pasando.
“Soñar es aspirar a algo. Es sentirse vivos”
Soñar es aspirar a algo, ilusionarse con una meta u objetivo vital, ya sea esto un viaje a una idílica y paradisiaca isla, lograr un mejor empleo, o sentir el gozo de una relación sentimental.
Soñar es sentirse vivos, y saber que deseas algo, que anhelas alguna cosa para ser más feliz, si es que la felicidad existe, claro está.
Da igual la acepción académica de sueño. Lo que tengo y siempre he tenido claro, es que por encima de esas imágenes nocturnas, a menudo inconexas y sinsentido con que nuestro inconsciente nos brinda en nuestro descanso, soñar es algo que se debe hacer, cuando uno está despierto.
Y soñar no solo es admirar lo que hacen otros y alabarlos como si de deidades se tratase. Soñar es querer perseguir tus metas con todas las fuerzas con que puedas hacerlo, para tratar al menos, de lograr el fin deseado.
Hay quien se pasa la vida entera reconociendo el esfuerzo ajeno y anhelándolo, pero que jamás hace nada para lograr el suyo propio.
“Perseguir tus propios fines habla de tu determinación”
Y como digo yo, admirar las virtudes ajenas habla de tu nobleza. Pero perseguir tus propios fines, habla de tu determinación.
Creo sin lugar a dudas, que aunque soñar sea la actividad nocturna por excelencia, hemos de irnos a su sentido más aplicable a la vida. Y es por ello que apuesto por cumplir los sueños, pero cuando estés despierto.
Solo así, se puede decir que de verdad sueñas. De lo contrario, tan solo duermes, anhelas, pero no persigues.