Nunca nos preguntamos, o bueno, mejor decir raras veces, que no soy yo dada a los extremos en la importancia que tiene el como hablamos, y sobre todo, el como usamos las palabras.
El lenguaje es comunicación, es la forma en que nombramos las cosas, a los animales, y por supuesto, también a los de nuestra especie, las personas.
Hablar es sano, lo dicen los médicos y para mi desfortuna yo no soy una de ellos. Pero…. No hace falta ser piloto para saber que los aviones vuelan alto, verdad?
Del mismo modo que no hace falta ser logopeda ni médico psiquiatra, para saber o al menos deducir, que una charleta bien dada con alguien que te aporte algo, vale más que empaparse mil series de Netflix…
El ser humano es social por naturaleza, y eso, también lo dice mi amada ciencia, en este caso la psicología. Hablamos mucho, amados lectores, y es por ello, que es importante saber como se hace, y que implican nuestras palabras en otros.
Hablar bien no cuesta dinero, decía mi pobre abuelilla ya fallecida. Bueno, menos mal que la mujer no llegó a ver estos tiempos, porque de seguro, igual a lo peor ya no hacía tan a la ligera tan alegre comentario.
Hablar correctamente, y sin etiquetas, es algo necesario para sobre todo, hacer sentirse bien al que recibe tales palabras.
No voy a dar aquí, amados lectores, una lección como filóloga que soy, sobre lo que es el uso del español correcto. Para ello veros un vídeo de Salvador Gutiérrez, que es bien bueno en lo suyo….
Lo que yo pretendo, gente mía, es deciros, o más bien haceros entender, que una palabra, solo una, mirar que poquito, es algo tan trascendente para hacer despertar una reacción o consideración en alguien, que es bueno saber usar bien los términos.
Yo, de verdad os lo digo, siempre he pensado que las etiquetas si eso, mejor para las conservas.
Recuerdo, con una mezcla entre el resentimiento y la risa, no os voy a engañar, como yo en mi colegio, para muchos zagales de mi edad y también para gran parte del resto, era “Sara la ciega”.
Vaya, parece que esa gente, no veía más allá de las gafas de sol oscuras que yo aún a día de hoy, llevo en mi cara como atributo estético.
Bien es verdad, que no vamos a rebuscar, y pensar en todas y cada una de las concordancias de nuestro discurso, o como dirían los más fashion, “de nuestro speech”.
No, eso tampoco, porque oye, hasta al más culto del mundo mundial, de vez en cuando y por suerte, también algún taco le sale. Somos personas, al fin y al cabo!
Lo que yo pretendo decir o hacer ver, ahora sí ya, es que un término dicho globalmente, no es lo más adecuado para referirse a alguien.
A que no suena igual decir “Fulanito es autista”, que decir “Menganito tiene autismo?”. Lo primero parece que define todo el ser, y lo que es Fulanito, mientras que lo segundo, habla de una característica sin más de Menganito, pero no define su globalidad como persona.
Eso justo es lo que yo quería hacer llegar… Yo, queridos lectores, no soy ciega, soy invidente, vale? Bueno, a mí me gusta más aquello de diversidad funcional visual, eso que tan poco les gusta usar a muchos, que espero que no se ruboricen demasiado, leyendo este artículo.
No soy Sara la ciega, soy Sara Braña! A que está mejor así?
Los términos peyorativos, esos que son tan dados a usar algunos porque dicen que no son dados a la corrección política, son justo los que yo, trato a toda costa de evitar.
Pareciera que estoy haciendo aquí una suerte de programación neurolingüística, pero nada más lejos de la realidad. Usar términos de esos que esta gente tan bruta llama eufemismos, es lo deseable para mí, porque, bien cierto es que el lenguaje que me diriges, no solo denota como me hablas, sino también, como me ves!!!