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En este siglo, se está dando una revolución en cuanto a la paternidad. Son muchos los que están ejerciendo este rol de manera muy diferente a como lo hicieron sus propios padres, pasando de ser “las personas que proveen de recursos” (encargados de aportar dinero, estabilidad y seguridad a la familia) a personas implicadas en el hogar.

El padre actual está más presente en el trabajo reproductivo o doméstico, frente al tradicional o hegemónico que estaba más ausente y ejercía de figura de autoridad y control en el hogar, como se mostraba con frases frecuentes como “ya verás cuando llegue tu padre a casa…” o “te vas a enterar cuando tu padre regrese”.

Pero, ¿Cuáles son realmente los cambios que se están dando? ¿Qué quiere decir que está más presente e involucrado?

En primer lugar, se refiere a una mayor involucración en los cuidados de sus hijas e hijos (alimentación, higiene, sueño, rutinas, etc.), y sobre todo la implicación no como ayuda hacia la madre, sino como responsabilidad compartida (corresponsabilidad), dado que ambos son responsables en igual medida. Este cambio, implica desarrollar capacidades, habilidades y emociones necesarias para el cuidado de otras personas y que antes eran secundarias en el caso de los varones.

En segundo lugar, se refiere al compromiso con actividades escolares y socialesde sus hijos e hijas. Cada vez son más los padres que se comprometen en la realización de deberes, que van a hablar con el profesorado, que se sientan a escuchar los dilemas de los y las menores y les ofrecen apoyo y afecto desde la cercanía, y que por tanto, no se centran únicamente en ejercer autoridad o en las actividades de ocio.

Padres y madres, son modelos de conducta, es el primer ámbito de socialización y por tanto el más importante, el que va a configurar gran parte de la personalidad de una persona. Ya son muchos los estudios que comparan las consecuencias de las paternidades igualitarias frente a las hegemónicas, siendo notables las diferencias en beneficio de las primeras. El modelo que se ofrece es más saludable, igualitario, ético… y en definitiva, origina mayor bienestar. Según los estudios, la mayor participación en la vida de hijos e hijas, refuerza el vínculo entre ambas partes, favorece el respeto (obedeciendo más por admiración, confianza, etc. y menos, por temor como podría ocurrir ante otro tipo de paternidad), posibilita la educación en igualdad, reduce el riesgo de conductas disfuncionales (violencia, adicciones, etc.), beneficia la inteligencia emocional (sobre todo en varones), influye en un mejor rendimiento académico, reduce los niveles de estrés, origina una mejor salud mental, … La madre y la relación de pareja también se ven beneficiadas.

Es cierto, que las paternidades igualitarias también tienen costes, como pueden ser el sentir vértigo ante la asunción de este rol en ocasiones por falta de referencias previas, el tener dificultades laborales como les ha ocurrido a las madres hasta ahora (ej. menores posibilidades de ascenso en ocasiones), el tener que reorganizar el tiempo de ocio personal y tiempo libre… Pero los beneficios son aplastantes, los padres comprometidos con la paternidad presentan mejores indicadores de salud (enferman menos, viven más, tienen menor nivel de estrés…), sienten mayor satisfacción con sus vidas y desarrollan en mayor medida sus capacidades emocionales, consumen menos sustancias, participan más en la sociedad y un largo etcétera.

Hoy en día, muchos padres, cada vez en mayor medida e intensidad, tienen la oportunidad de establecer relaciones más positivas, profundas y transformadoras a nivel familiar. Pero aún estamos lejos del ideal, los avances siguen siendo tímidos. Una fuerte orientación al trabajo, dificultades para conciliar la vida laboral, personal y familiar o la presión del imaginario social, pueden frenar su implicación en la atención a hijas e hijos, por ello son varias las medidas que se han implantado, como la equiparación de los permisos de paternidad, la concienciación respecto a las medidas de conciliación familiar para varones, el comenzar a valorar las custodias en igualdad sin importar el sexo de él o la progenitora sino quien es la persona más apta o personas para ejercerla.

¿Qué podemos hacer para ponérselo más fácil?

En situaciones en las que estén madre y padre presentes, dejar de dar por hecho que quien cuidará o se encargará de su hija o hijo será la madre (ej. si solo puede pasar una persona acompañando, tanto ella como él tienen capacitación para hacerlo).

Promover que los padres disfruten de medidas de conciliación de la vida laboral y familiar o incluso equipar las de madre y padre como se ha hecho en cuanto a los permisos de paternidad (las madres siguen siendo las que más excedencias, reducciones de jornada, días de asuntos propios, etc. se piden para el cuidado de hijos e hijas). Y normalizar que disfruten de estos permisos y medidas.

Por suerte, los hombres que ejercen paternidades igualitarias han existido siempre, por ello no debemos llamarlo nuevas paternidades ya que ignoraríamos a muchos que fueron verdaderos ejemplos a seguir. Ahora bien, en la actualidad tenemos la oportunidad de que cada vez el número sea mayor, lo que será un gran beneficio para la sociedad y en concreto, para padres, madres, hijos, hijas…

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